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LOCE: La Ultima Ley de Pinocho

El 10 de Marzo de 1990 el dictador Augusto Pinochet puso la guinda de la torta en sus 17 años de dictadura, la Ley Orgánica Constitucional de Educacion (LOCE).
La LOCE, en pocas palabras, restó protagonismo del Estado en la educación y convirtió a ésta en un sector económico más, sujeto a las leyes de oferta y demanda como cualquier otro negocio. Se suponía que esta "libre competencia" mejoraría la calidad. Entonces, los colegios públicos pasaron a ser de las municipalidades, que asi empezaban a competir con los colegios particulares subvencionados y los colegios privados - sin subvención estatal - para las elites.
El Estado se encarga de entregar 30 mil pesos mensuales por alumno a las municipalidades y a los empresarios (valor que disminuye en caso de que el alumno, por enfermedad u otra razón, no asista regularmente a clases) y que se destinan a sueldo de los profesores y gastos del colegio. Sin embargo, este país es el único en el mundo en que el Estado entrega fondos públicos sin nigún control a los sostenedores privados que tienen fines de lucro.

Hasta el año '73, Chile era vanguardia en América Latina. Desdde esa fecha al '82, el número de matrículas descendió en 100 mil. Y para el año '90 el sistema público había perdido medio millón de alumnos, una regresión pocas veces vista en el continente. Ya en democracia, de cada cinco plazas credas en la enseñanza básica y media, cuatro correspondieron a colegios particulares y sólo una a establecimiento municipales. Y si en 1981 los colegios públicos representaban el 78% de la matrícula, hoy son alrededor de 50%. El resto es puro negocio privado, repartido en un 41% por colegios particulares subvencionados y un 9% privados a secas.

Los principales afectados con este sistema, además de los alumnos por supuesto, son los profesores. No solo fue uno de los sectores mas maltratados por la dictadura (Pinochet siempre vio en el maestro un peligroso elemento subversivo que sacaba de la ignorancia al pueblo), sino que la mitad de ellos renunció al servicio público y se fue a los colegios privados. El castigo económico no fue menor en esta decisión masiva. Sus sueldos se redujeron en dos tercios durante la dictadura, mientras el resto de los asalariados sufrió una merma del 50%. Por si fuera poco, el lugar preferente donde se formaban los profesores, el Instituto Pedagógico, fue desgajado de su casa madre, la Universidad de Chile. Y asi sigue hasta hoy.

La Ley 18962, la LOCE, sentenció este vuelco de la educación pública. E independiente de cómo y quién la elaboró, los malos resultados, por si solos, merecen una profunda revisión. Las leyes del mercado, ese vendaval que azotó todo lo que oliera a Estado, no ha funcionado en la educación, aunque si ha funcionado para engordar los bolsillos de los empresarios que se acogieron al artículo de la Constitución que reconoce: "La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales", y que esta libertad "no tiene otras limitaciones que las impuestas por la moral, las buenas costumbres, el orden público y la seguridad nacional".

La prueba internacional TIMMS, que mide los conocimientos de los alumnos de octavo básico en ciencias y matemáticas en 49 países, dejó a Chile en los últimos puestos, similar a lo conseguido por los alumnos de Egipto, Marruecos, Filipinas y Palestina. El SIMCE por su parte, certifica cada año la mala educación pública, en la que solo el 10% de los alumnos de los sectores socioeconómicos medio bajo y bajo superaron los 300 puntos. Algo parecido sucede con la PSU. Del universo de los 100 colegios con mejores puntajes en la PSU, 97 son particulares, y solo 3 municipales, y de Santiago: Instituto Nacional, Liceo Carmela Carvajal y José V. Lastarria; los 3 lideran la movilización estudiantil. De más esta decir que esos colegios particulares tienen una cuota mensual que supera ampliamente el salario básico de un trabajador chileno. Y sentencia de por vida el futuro de los niños mas pobres dejándolos fuera de las posibilidades de prosperar y confirma la desigualdad haciéndola crónica. En otras palabras... si se nace pobre, se muere pobre.

Fuente: La Nacion Domingo.

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