«El software libre competirá de tú a tú con Microsoft en tres o cuatro años»
Puede que Mark Shuttleworth tenga muchos defectos, pero entre ellos no se cuenta la falta de imaginación para disfrutar de su inmensa fortuna. En 2002 invirtió parte de los 560 millones de euros que acumuló por la venta de su empresa informática a una multinacional en convertirse en el segundo «turista espacial» de la historia. Al regresar a la Tierra, se encontró en una curiosa situación: a sus 28 años, ya había cumplido el sueño de su vida. Para superar la crisis, decidió plantearse un reto aún más ambicioso: dar un buen susto al hombre más rico del planeta, Bill Gates. La clave de su desafío al «Imperio Win- dows» es Ubuntu, un completo paquete informático con centenares de programas, desde un procesador de textos hasta un reproductor de DVD, pasando por una aplicación para retocar fotos, una hoja de cálculo o una base de datos. Según él, tras un período de adaptación, un usuario habitual de los productos de Microsoft apenas notaría la diferencia, ya que ha imitado el esquema de menús y ventanas popularizado por Gates. Así, la única diferencia sustancial entre ambos productos está en el precio: Ubuntu es completamente gratuito, lo que ha animado a más de siete millones de personas a descargárselo de Internet desde su lanzamiento hace un par de años. Con este revolucionario proyecto, el multimillonario surafricano pretende difundir las ventajas de Linux, el célebre sistema operativo «libre», cada vez más extendido en grandes organizaciones de todo el planeta. Así, Ubuntu, una ancestral palabra africana que significa «hermandad», permite «domesticar» este complejo software y transformarlo en aplicaciones al alcance de todos los públicos. «En resumen, podríamos definir mi idea como ‘Linux para seres humanos’», asegura el empresario de 32 años. «El futuro está en el software libre. Estoy convencido de que en tres o cuatro años, podremos competir de tú a tú con Windows».
- ¿Cómo me convencería para que diera el salto de Microsoft a Ubuntu?
Hace mucho tiempo que dejé de dar argumentos a la gente: sé que nuestro producto es mejor y que la gente acabará dándose cuenta. Mi trabajo, mientras, es asegurarme de que Ubuntu esté en plena forma cuando ocurra.
¿Pero cuáles son sus ventajas?
-Que es un entorno informático completo y gratuito. Windows incluye un sistema operativo, un navegador de Internet y poco más, así que tienes que comprar por separado otros programas. Nosotros proporcionamos muchísimas aplicaciones de manera gratuita y, además, hay miles más que se pueden descargar en cuestión de segundos. Como ventaja adicional, diría que los ordenadores que emplean Ubuntu apenas sufren virus ni ataques externos, por lo que resultan mucho más seguros y fiables.
-Pero sus críticos dicen que el manejo de Ubuntu es complicado…
-No necesariamente. Es cierto que nuestro usuario-tipo es alguien de un nivel avanzado que quiere un producto completamente adaptado a sus necesidades. Pero cada vez más personas quieren tener un paquete de programas completo, sin virus, ni actualizaciones, ni otro tipo de problemas. Por ejemplo, muchos jóvenes eligen Ubuntu cuando sus abuelos les piden un ordenador fácil de utilizar.
-Sin embargo, la mayoría de consumidores está entre ambos extremos…
-Sí, por eso estamos atacando el mercado desde ambos flancos. Creo que tardaremos unos cinco años en consolidarnos entre los usuarios más convencionales. Eso nos permitirá eliminar otro gran problema: que muchos aparatos, como cámaras digitales o impresoras, no son compatibles con los ordenadores Ubuntu. Sin embargo, cuando seamos muchos millones de usuarios, todos los fabricantes querrán que sus productos sean compatibles con nuestro sistema.
-¿Cómo un producto gratuito puede ser mejor que uno de pago?
-Es porque están acostumbrados al modelo antiguo, en el que una empresa desarrollaba un programa y lo vendía como un producto más. Sin embargo, el software libre optimiza este proceso sustancialmente, puesto que permite que cualquier persona descargue un programa, lo mejore a su gusto y lo redistribuya. Las grandes empresas comerciales no pueden igualar la flexibilidad y creatividad de miles y miles de programadores extremadamente inteligentes que colaboran en red de manera voluntaria y desinteresada.
-¿Cuál es su labor en este proceso?
-Aprovechar el potencial de este trabajo colectivo y ofrecérselo al público en un paquete coherente, rápido y agradable de utilizar. Yo me limito a poner orden en la operación y oriento la nave en una determinada dirección, pero no determino el destino final.
-¿Qué saca de este trabajo? Porque su producto es gratuito y, sin embargo, usted gasta en su empresa un par de millones de dólares anuales y paga el sueldo a 50 empleados.
-No aspiro a ganar dinero con esta idea, pero sí quiero que se financie por sí misma. Estimo que uno de cada mil usuarios querrá disfrutar de nuestros servicios de consultoría, reparaciones, servicio técnico… El año pasado facturamos unos 200.000 dólares por este concepto y, según aumente el número de usuarios, incrementaremos estas cifras.
- Pero para lograr ese objetivo deberá acabar con el dominio de Bill Gates, que acapara más del 90 por ciento del mercado.
-Microsoft es un elefante al que no puedes tragarte de un bocado, sino que hay que derrotarle mordisquito a mordisquito. De momento, Linux está creciendo entre un siete y un diez por ciento al mes, lo que significa que el número de usuarios se duplica cada ocho o nueve meses. Si seguimos a este ritmo, en tres o cuatro años seremos una fuerza significativa.
-¿Por qué esta obsesión con Microsoft?
-No es mi propósito: lo que quiero es que se adapten al mundo actual, en el que el software libre es la forma más eficaz de progresar.
- ¿Pero considera que el dominio de Bill Gates es positivo para el mundo?
- Ahora ya no, pero en los ochenta su papel fue muy positivo, porque Windows permitió que millones de personas se atrevieran a utilizar un ordenador. Pero su modelo de gran empresa que paga a ingenieros para que produzcan programas de pago ha quedado obsoleto. En la era de Internet, la manera más eficiente de producir software es conectar electrónicamente a los mejores cerebros del mundo, estén en China, Argentina o España.
-Así que considera que el dominio de Gates es una rémora…
-Sí, Microsoft está bloqueando el progreso de la informática. No hay más que comparar su navegador Explorer con su equivalente gratuito, Firefox, que se ha hecho con el 15 por ciento del mercado en apenas dos años. Este último introdujo avances que Microsoft está empezando a copiar ahora. Y lo mismo pasa con los nuevos «chips» que pondrá a la venta Intel, el principal fabricante de procesadores: mientras que el software libre aprovechará todo su potencial desde el principio, Microsoft no lo hará hasta 2010. Esto perjudica a los usuarios.
-Entonces, está prediciendo el final del «imperio Windows», ¿no?
-Creo que su futuro es muy, muy negro. Puede que Microsoft sobreviva, pero si de- saparece, no es mi problema. Lo que no quiero es que el cliente medio utilice Windows porque no le queda otro remedio. Pero no pretendo dominar el mundo informático con Ubuntu ni obtener enormes beneficios: no me interesa sufrir ese estrés.
-Pero si mantiene sus actuales niveles de crecimiento, llegaríamos a una nueva situación de monopolio virtual, esta vez con Linux y Ubuntu a la cabeza.
-Es cierto que la naturaleza del mercado de sistemas operativos tiende al monopolio, porque la gente tiende a utilizar el más extendido para evitarse problemas de compatibilidad. Pero lo bueno del software gratuito es que incentiva la competencia entre las distintas aplicaciones, ya sean procesadores de texto o reproductores de música. Siempre hay varios programas que compiten entre sí, aunque su base sea similar.
-Su vena filantrópica sorprende un poco. Cuando viajó al espacio, muchos le describieron como un millonario caprichoso que no sabía cómo gastar su dinero.
-Admito que soy contradictorio. Mi viaje al espacio fue una manera de evitar el bajón de llegar a la cumbre cuando sólo tienes 26 años y has vendido tu empresa por una millonada. Todo el mundo esperaba que repitiera la jugada, pero decidí hacer algo completamente distinto. Me preocupaba competir conmigo mismo, así que me hice astronauta: ¿cómo puedes comparar una compañía informática con un viaje al espacio? Es imposible, por eso hice lo que hice.
-¿Qué experiencia ha disfrutado más?
-Es muy diferente. Ir al espacio fue un gran reto: tuve que vivir en Rusia durante un año, estudiar ingeniería y ciencia, aprender ruso... Ahora también estoy aprendiendo muchas cosas, como software, gestión... Lo que me gusta es que mucha gente depende de mí: si mis programas funcionan bien hago que millones de personas se sientan un poco más felices. Es una sensación alucinante.
-Suena un poco mesiánico.
-Lo sé, pero soy consciente de que estoy en una posición única: tengo el tiempo, el dinero y los conocimientos para sacar adelante este proyecto. Muy poca gente cumple estos tres requisitos, sería imposible ir a un comité de inversores y venderles esta idea, porque las perspectivas de beneficio son lejanas, si es que existen en realidad. Yo soy joven, ingenuo y estoy forrado, así que me siento obligado a cumplir esta misión.
Fuente: La Razón
Fuente: La Razón